Hay muchas historias fantasmas en las carreteras, algunas
creemos que es porque nos quieren avisar de algo o de algún peligro, pero
algunos casos no sabemos el porqué, es un misterio y no se tiene el porqué
pasan estas situaciones.
Os voy a contar unas historias de fantasmas que ha habido testigos
y les han podido pasar algún misterio con ellos, y algunos desde aquel día no
sabes cómo explicar el porqué.
El fantasma de la carretera:
Hay quien dice que les avisan por curvas peligrosas, o
terraplenes que son puntos negros, y que hasta la fecha siguen siendo, y lo que
quieren es que esas personas que pasan por ese sitio lleguen bien a su destino.
En 1984, concretamente un 15 de julio, en la carretera de Almaraz a Navalmoral de la mata, entre las tres y la cuatro de la madrugada del domingo al lunes, a la altura del kilometro 190 de la nacional V, en un lugar conocido como las viñas, se produjo un suceso extraño.
A la hora indica, varios conductores que regresaban por la
citada carretera, quedaron estupefactos al ver a una mujer, vestida de novia,
haciendo autostop, la mujer según sus testimonios, se encontraba en el centro
de la calzada y parecía transparente como el cristal.
Un camionero la monto en su camión y asegura decir que a los
tres kilómetros de viaje desapareció
literalmente del camión...
La joven autoestopista fantasma.
En 1931 una joven fue asesinada mientras era conducida a su
casa de un baile en el O ‘Henry Ballroon de la avenida Archer de Chicago; vestía
un vestido de fiesta y unos zapatos de baile, fue encontrada en el cementerio
de la resurrección, también en la misma calle.
Durante varios años después de lo ocurrido, algunos
automovilistas han declarado haber visto a una joven con un antiguo vestido
blanco practicando el autostop en la avenida Archer, se cuenta que, sobre todo,
la recogían hombres solteros o que se subía a los coches sin ser invitada y pedía
que la llevaran a su casa y luego les hacía que la dejaran en el cementerio de
la resurrección, algunos automovilistas han asegurado que la mujer salía del
coche sin abrir la puerta.
Una noche del mes de diciembre de 1977 un hombre paso con su
coche y reparo en una mujer joven vestida de blanco detrás del portón del
cementerio de la resurrección, creyendo que tal vez se hubiera quedado
inadvertidamente cerrada dentro del cementerio, el automovilista llamo a la policía.
Pero cuando llegaron, la joven había desaparecido, notaron, sin
embargo, que las barras de hierro forjado del portón del cementerio estaban
ligeramente dobladas hacia fuera y distinguieron a ambos lados las huellas de
dos manos.
Un muchacho que desaparece
Una noche de invierno de 1965, nuestra vecina Mae Doria, de
Tulsa, Oklahoma, emprendió sola el viaje de sesenta y cinco kilómetros para ir a
casa de su hermana en Pryor; mientras conducía por la autopista 20 recordó Doria,
a pocos kilómetros al este de la población de Clarenmore, pase por delante de
un colegio y vi a un muchacho que parecía tener once o doce años haciendo autoestop en la orilla de la carretera.
Compadeciéndose de un muchacho tan joven en una noche tan fría,
Doria detuvo el coche y se ofreció a llevarle, el niño subió y se sentó a su
lado de Doria en el asiento delantero, y dijo Doria, y charlemos sobre las
cosas de que suelen hablar las personas que no se conocen, Doria le pregunto qué
estaba haciendo en aquel lugar, y él le dijo, jugando al baloncesto en el
colegio.
El pasajero parecía tener 1,65 metros de estatura y buena constitución,
como un muchacho aficionado a los deportes y que ejercitaba los músculos, era
blanco, de cabello castaño claro y ojos grises azulados, pero sin saberlo, Mae
Doria habla recogido a un fantasma autoestopista.
El muchacho señalo a fin una alcantarilla en las afueras de
Pryor y dijo, déjeme allí, como no vio ninguna casa ni luces, Doria le pregunto
donde vivía, a lo cual respondió el chico, allí, Doria estaba tratando de
adivinar donde era allí, cuando el pasajero desapareció del asiento.
Doria detuvo de inmediato el coche y se apeo de un salto, corrio alrededor del automóvil, casi histérica, mirando por todos lados y partes del
coche y alrededores, pero fue inútil; había desaparecido, mas tarde recordó Doria
que el autopista no llevaba chaqueta a pesar del frió infernal que hacía, una conversación
casual con un empleado de una empresa de servicio público, mantenía dos años después
del suceso, se entero de que el personaje fantasma había sido recogido por
primera vez en el mismo lugar en el año 1936.
Un autoestopista pertinaz
Estaba conduciendo su automóvil desde Mayagüez, Puerto Rico,
hacia su casa en Arecido, en una noche del 20 de noviembre de 1982, cuando Abel
Haiz Rassen, mercader árabe que vive en Puerto Rico, cruzo un sector conocido
autoestopista, Haiz Rassen miro al hombre, que tenía unos treinta y cinco años y vestía
camisa gris y pantalón vaquero pardo, y siguió adelante.
Pero cuando se detuvo ante un semáforo en rojo en la
siguiente encrucijada, se paró el motor de su coche, mientras trataba de
ponerlo de nuevo en marcha, no se dio cuenta de que el autoestopista abría la
puerta y se metía en su coche.
Me llamo Roberto, dijo el hombre al sorprender a Haiz
Rassen, ¿Tendría la bondad de llevarme a mi casa, en la ubicación alturas de
Aguada?, hace casi dos meses que no veo a mi esposa Esperanza y a mi hijo.
Haiz Rassen se negó, diciendo que su esposa le estaba esperando
en Arecibo, pero Roberto insistió, el conductor volvió a tratar de poner el
coche en marcha, y este arranco de pronto.
Convino llevar a Roberto hasta el restaurante, el nido, en
el curso del breve viaje, el importuno pasajero le advirtió que condujese con
cuidado y que no bebiese, y pidió a Haiz Rassen que rezase por el.
Haiz Rassen se detuvo en la zona de aparcamientos del
restaurante, unos que le observaban de cerca le vieron hablar animadamente, al
parecer consigo mismo, uno le pregunto si necesitaba ayuda.
No respondió Haiz Rassen, pero este caballero quiere que le
lleve a su casa, se volvió a su derecha para señalar al pasajero, pero allí no había
nadie.
Estaba tan presionado que a punto estuvo de enfermar,
llamaron a la policía, y dos agentes, Alfredo Vega y Gilberto Castro, le
llevaron al hospital local, donde refirió su extraña historia.
Escépticos pero todavía intrigados, los agentes se
dirigieron a la ubicación y llamaron a la puerta que dijo el conductor que le había
indicado Roberto, la abrió una mujer que llevaba un niño pequeño en brazos, a
preguntar de los agentes, respondió que se llamaba Esperanza y que era viuda de
Roberto Valentín Carbó.
Su marido, que era bastante calvo, llevaba una camisa gris y
unos pantalones vaqueros pardos el día 6 de octubre de 1982, en que había muerto
en un accidente de coche, en el lugar de la carretera donde Abel Haiz Rassen le
había visto por primera vez seis semanas mas tarde…
Fotos sacadas de Internet.
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