Los cambios climáticos propios del invierno como lo son los cambios bruscos de temperatura, el viento o el frío producen una sequedad en nuestra piel.
La piel guarda memoria de todas las agresiones que sufre y estas agresiones invernales se suman a las agresiones solares propias del verano, por eso una de las cosas que no tenemos en cuenta es el cáncer de piel.
Tenemos muy buena conciencia de que debemos protegernos en verano y sin embargo, en invierno no lo hacemos.
Los cambios bruscos de temperatura de calor a frío o viceversa afectan con mayor intensidad a aquellos varones que tienen una piel más fina y seca que a los que tienen un la piel facial más grasa.
Pero, en realidad, la piel del rostro de cualquier humano no es homogénea; todos tenemos distintos tipos de piel en el rostro, la nariz, el mentón y la frente cuentan con una piel más grasa e hidratada.
Sin embargo, la piel de las mejillas y de la región preauricular, la piel de delante de las orejas es una piel muy fina y con muy poca hipodermis, estas son las zonas que más acusan los daños invernales, que se manifiestan en forma de desecación, envejecimiento prematuro y aparición de capilares dilatados conocidos como cuperosis.
Cuidados de la piel y del pelo durante el invierno:
Durante el periodo invernal, el pelo tiende a mostrarse reseco y desvitalizado con pérdida de brillo y una ligera tendencia a su caída.
Esto es debido a que el pelo también acusa los cambios bruscos de temperatura, de los ambientes calefactados y secos al frío invernal y, en ocasiones, al ambiente húmedo y contaminado del exterior.
Esto se debe a que el cabello al igual que la piel se deshidrata en estas circunstancias.
Por ello se muestra seco y quebradizo, e incluso, existe más tendencia a sufrir caspa por la importante deshidratación del cuero cabelludo.
La ruptura de las capas externas de cada fibra capilar produce la desaparición del brillo natural propio de un pelo sano y la aparición de su aspecto quebradizo.
Cuidados de la piel y del pelo durante el verano:
El principal daño que sufren piel y pelo durante el verano es la deshidratación.
Además de la deshidratación, la piel sufre la aparición de lesiones propias del foto-envejecimiento que se traducen en manchas y capilares dilatados.
Un cambio en el gradiente de humedad ambiental, que pase del 90% al 60%, supone un porcentaje de deshidratación de la piel del 30%.
Podemos imaginar el nivel de estrés que sufre nuestra piel en verano adaptándose continuamente a la sequedad de los aires acondicionados, a la humedad ambiente propia de las playas y piscinas y al estrés de secado extremo y rápido que produce una intensa exposición solar.
Este estrés continúa durante el invierno a través de los cambios de temperatura y humedad que soportan ambos al pasar de ambientes secos y calientes de zonas interiores, a los ambientes fríos y húmedos del exterior. A todo ello habría que sumar los cambios de temperatura aún más bruscos que se experimentan con los deportes de montaña de invierno como el esquí.
Cuidados de la piel durante el verano:
La primera medida que hemos de tomar para recuperar la piel de los estragos del verano es devolverle su hidratación.
Es necesario que la capa córnea recupere su papel de barrera haciéndole recuperar su estructura esencial. Esto lo obtenemos mediante la aplicación de sustancias humectantes en forma de cremas de aplicación diaria de alta composición lipídicas que evitan que el agua de la piel se evapore, ácido hialurónico, vitamina F, escualenos, ceramidas.
Cuidados del pelo durante el verano:
En relación al pelo, durante el verano, la exposición intensa a la radiación solar ultravioleta, el aire acondicionado y los cambios de temperatura al salir al exterior, el cloro de las piscinas o la sal y la arena de la playa producen en el pelo el mismo efecto de deshidratación que los cambios bruscos de temperatura del invierno, la capa hidrolipídica del tallo piloso se desgasta y desaparece, entonces el pelo se cuartea y se manifiestan escamas en la capa cuticular del mismo.
¿Cómo neutralizar los efectos del invierno y del verano en el pelo?
Para neutralizar los efectos tanto del verano como del invierno en el pelo deberemos plantearnos mejorar su hidratación y su nutrición mediante mascarillas hidratantes y nutritivas y evitarle el estrés añadido que supone los secados con secador de aire caliente muy intensos que son absolutamente destructivos para la capa superficial de la queratina del pelo.
Los productos reparadores y nutritivos más interesantes para el tratamiento del pelo son aquellos que contienen polímeros para retener el agua, lecitinas que fortalecen el cabello, aceites de oliva o sésamo que hidratan y nutren y manteca de karité que tiene efecto reparador.
No debemos olvidar que los productos reparadores del cabello deben aplicarse en función de las características del pelo.
Cada tipo de pelo tiene un tratamiento que resulta el más adecuado:
El cabello muy seco: se distingue porque está mate y sin brillo al faltarte hidratación, es bueno emplear siempre cremas suavizantes con aceite de oliva o almendras y emplear una vez a la semana una mascarilla nutritiva.
El cabello graso: como su propio nombre indica, tiene siempre exceso de grasa y tiende a manifestarse como lacio y apelmazado, necesita la aplicación de sustancias que combinen productos astringentes que regulen la producción de la grasa.
En cualquier caso, si el pelo está muy estropeado se puede realizar un tratamiento de choque aplicando una mascarilla diaria durante una semana.
El pelo, la piel y los deportes de invierno:
Las condiciones climáticas del invierno son diferentes a las del verano. Normalmente, los deportes de invierno que se realizan en alturas como el esquí, el montañismo, etc. suponen un medio ambiental invernal y especial, debido precisamente a que se practica en las alturas.
Por eso, las siguientes circunstancias son decisivas:
La radiación ultravioleta se filtra en menor medida porque la densidad de absorbentes en la atmósfera es menor a medida que aumenta la altura.
El grado de humedad ambiental es más bajo, en la llanura es de un 70% y en las montañas es de un 20%.
El frío enmascara el calor recibido por la exposición solar.
Si nos encontramos en un paisaje nevado, el 80% de las radiaciones ultravioletas son reflejadas por la nieve, el mar refleja el 20% de la emisión ultravioleta emitida por el sol.
Además, los deportes de invierno suponen continuos cambios de temperatura para el pelo y la piel.
En la piel del rostro, de las manos y del escote los continuos cambios de temperatura ambiental suponen continuas dilataciones y contracciones de los capilares dérmicos.
La piel se adapta a la temperatura ambiental fría mediante una vasoconstricción intensa de los capilares de la dermis; pero, transcurridos unos minutos, y fruto de la liberación de calor por el consumo energético que supone el ejercicio físico, la piel de todo nuestro rostro y otras zonas expuestas pasa a un estado de sudoración en el que existe vasodilatación de los capilares dérmicos.
El nivel de consumo energético mantiene los capilares dilatados pero una vez concluido el ejercicio y el consumo energético, los capilares se vuelven a contraer.
Entonces nos introducimos en un ambiente caldeado y debido a la necesidad de liberar exceso de calor por la calefacción, los capilares vuelven a dilatarse.
Con los deportes de invierno, la piel del rostro sufre un auténtico tiovivo vasomotor que es fácil que desemboque en la aparición de capilares dilatados o cuperosis en la zona de los pómulos y en mentón.
Es imprescindible tener siempre las siguientes precauciones:
Emplear productos cosméticos adecuados al fototipo de piel y aplicarlos en abundante cantidad y repetidamente.
Portar gafas de sol con adecuados filtros para radiación ultravioleta.
Ropa de protección adecuada para manos, escote y cuello.
Aplicar una protección específica para labios, ya que son muy propensos a sufrir desecaciones extremas.
Al concluir el ejercicio físico, aplicar en las zonas expuestas del rostro cremas ricas extractos de rutósidos.
Con la práctica de deportes de invierno, el pelo sufre también los cambios de temperatura, pero es suficiente un buen abrigo del cuero cabelludo para evitar este tipo de vaivenes térmicos.
Las mejillas y la región preauricular la piel delante de las orejas es una piel muy fina, con muy poca hipodermis.
Estas son las zonas que más acusan los daños invernales y que se manifiestan en forma de desecación, envejecimiento prematuro y aparición de capilares dilatados conocidos como cuperosis.
Por ello es muy importante protegernos de la irradiación solar y controlar los cambios bruscos de la circulación dérmica con cremas con rutósidos.
Los labios son una estructura tisular muy hidratada y muy expuesta en los deportes de invierno, en presencia de clima ventoso, sufren un alto nivel de deshidratación.
Es muy importante aplicar una protección específica a los labios, que será siempre de alto contenido graso para garantizar que la mucosa labial conserve su adecuado nivel de hidratación.
La dermis de la piel que cubre cuello, escote y manos es mucho más fina, tiene igualmente poca hipodermis.
También acusa gravemente los daños invernales de forma precoz.
La mejor protección para estas áreas es la ropa de abrigo adecuada y si la piel de estas zonas va a estar expuesta, una rigurosa y repetida aplicación de cremas de filtro solar.
La nariz, el mentón y la frente cuentan con una piel más grasa e hidratada y sufren menos con los deportes de invierno.
¿Cómo afecta la testosterona al pelo y a la piel?
La testosterona es la hormona sexual predominante en el varón.
La acción de la testosterona sobre la epidermis se ejerce, sobre todo, a nivel de la glándula sebácea a la que estimula, de cuya activación depende la secreción cutánea grasa que constituye la película hidrolipídica de superficie de la piel responsable de conservar la hidratación. Esto explica que, en situación de agresión climática, los varones tengan normalmente mejor resistencia a perder los niveles de hidratación cutánea que las mujeres.
También es probable que la testosterona actúe sobre la capa basal de la epidermis, cuyas divisiones podría estimular, es decir, el hombre tiene una piel inicialmente más resistente que la mujer.
Pero esto no debe suponer una relajación de los cuidados que debe realizar el varón, ya que una vez causado el daño cutáneo, el varón tiene menor capacidad de recuperación.
El estudio de los estrógenos de síntesis y de sus efectos sobre la piel, permite suponer que actúan sobre los fibroblastos estimulándolos.
El resultado de esta acción es una producción más importante de elastina y de colágeno en la mujer, lo que se manifiestan en una mejora de la calidad de la red elástica cutánea basal, es decir, la mujer tiene mejores mecanismos de reparación frente a los daños cutáneos sufridos, por lo tanto, para el varón es imprescindible cuidarse.
Fotos sacadas de Internet
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