Corría el día 1 de marzo del año 1924 cuando un joven
campesino francés de nombre Emile Fradin araba el terreno familiar en Glozel,
en el departamento, en el departamento francés de Allier.
Parecía un día como otro cualquiera hasta que el animal que
le servía como animal de traducción se hundió sin motivo aparente, fue entonces
cuando el joven de tan solo 17 años hizo el gran descubrimiento: una tablilla
con lo que parecía ser algún tipo extraño de lenguaje, dos vasos de cerámica y
un cráneo humano.
Quizás todo habría quedado en una simple anécdota familiar
si no hubiera sido por la intervención de Antonin Morlet, de profesión medico y
apasionado de la arqueología que, tras conocer la historia, ofreció dinero y la
seguridad de propiedad de lo hallado a los Fradin a cambio de adquirir el
derecho a excavar en el lugar, y lo consiguió, en poco tiempo ya había encontrado
todo tipo de utensilios y otros elementos.
Todo marchaba bien para todos, al terreno en si se le comenzó
a llamar el campo de los muertos haciéndose muy popular y la familia Fradin
puso en marcha un museo en la granja en el que se cobraba la entrada, a su vez,
Morlet iba encontrando objetos nuevos que el mismo databa, según se extendió la
noticia, muchos fueron los expertos que se interesaron en el tema y que
avalaron con sus opiniones los descubrimientos.
Pero poco a poco la desconfianza comenzó a aparecer y a
extenderse por la comunidad científica, sobre todo cuando Morlet comenzó a
cambiar datos de lo encontrado para avalar las nuevas teorías que iba
desarrollando, lo que antes situaba en el Paleolítico superior, paso luego a
pertenecer al Neolítico, lo que antes eran huesos de reno, luego fueron huesos de ciervo.
Uno de los investigadores más cercanos a este tema fue André
Vayson de Pradenne, el cual pudo comprobar en primera persona el lugar del
descubrimiento, según escribió poco después noto, entre otras cosas, que los
grabados en hueso no eran más que malas reproducciones de grabados ya hallados
del Paleolítico y que los objetos encontrados eran sospechosamente cada vez de
mejor calidad, entonces estallo el debate.
En 1927 se celebro un congreso en Ámsterdam organizado por
el instituto internacional de antropología, en dicho congreso se debatió acaloradamente
el descubrimiento de lo que ya se conocía como las tablillas de Glozel y se
tomo la decisión de crear una comisión internacional de expertos encargados de
arrojar luz sobre el asunto, entre los resultados de las investigaciones
destacaban datos como que algunas piezas parecían haber sido colocadas y luego
cubiertas con tierra y que, aunque una pequeña cantidad de los objetos
encontrados si que eran auténticos, otros eran claramente falsos, en conclusión,
se afirmaba que no podía afirmarse que se tratara de un yacimiento antiguo.
Perdida la credibilidad, todo se demostró alrededor de los
Fradin y de Morlet y con el tiempo, y sobre todo con la llegada de la II guerra
mundial, el campo de los muertos quedo relegado al olvido.
En la década de los 70 las tablillas de Glazel y otros
objetos de la excavación volvieron a ser estudiadas, pero ya con sofisticadas técnicas
de datación, entre los datos más importantes, encontramos el de una lámina ósea
de entre 15.000 y 17.000 años de antigüedad, en cuanto a las tablillas, fueron
datadas sobre el 5000 a.C. ahora bien, hoy en día la comunidad científica aun
sigue dividida sobre su autenticad.
Emile Fradin fue acusado de fabricar los objetos en su
propia casa e incluso llega a ser detenido en 1929, nunca pudo demostrarse tal acusación
y el caso fue sobreseído, murió en 2010, con más de 100 años.
Antonin Morlet siguió financiando sus propias excavaciones durante 16 años, hasta que en 1941 una ley francesa estableció la prohibición de excavar sin autorización oficial, llego a encontrar más de 3000 objetos, murió en 1966.
Fotos Sacadas de Inernet.
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