Esta joya de la arquitectura lagunera comenzó a construirse
en 1593 por Francisco Lercaro de León, que procedía de una familia de
comerciantes genoveses que se instalaron en Tenerife después de terminada la
conquista, la edificación sufrió ampliaciones en los siglos XVII y XVIII,
obteniendo su máximo esplendor, aunque también se llenaron a cabo obras en el
siglo XX.
A lo largo de su historia, además de vivienda, la casa
Lercaro ha tenido diversos usos, en los años 40 fue utilizada como albergue de
un destacamento militar, denominado popularmente como los antigases, después se
convirtió en sede de la facultad de filosofía y letras, en los años 60 fue
adquirida por el cabildo, que llevo a cabo de restauración para ubicar en la
misma el Museo de historia de Tenerife.
De la casa cabe destacar el patio central con corredores en
la parte alta de carpintería profusamente decorada, la escalera principal se
hizo con la misma piedra del pórtico de entrada, los orígenes de esta historia
están relacionados con la antigüedad casa de la familia Lercaro, que se
localiza en la calle de San Agustín y que data de finales del siglo XVI, en
este inmueble vivió Catalina, que algunos suponen que fue hija de Antonio
Lercaro y a la que obligaron a contraer matrimonio con un hombre de avanzada
edad, por la que la joven decidió quitarse la vida arrojándose el mismo día de
su boda a un pozo de la parte trasera de la vivienda, el cual se encuentra en
la actualidad tapiado.
La leyenda apunta a que el cuerpo de Catalina está enterrado
en una de las estancias de la casa, debido a que, al haberse suicidado, la
iglesia se opuso a que recibiera Cristina sepultada en un cementerio, estos
hechos motivaron que la familia Lercaro se trasladara a vivir a La Orotava, lo
que se debido, según el comentario popular, al deseo de huir de la vergüenza de
no llevarse a cabo la boda, a la pena por la muerte de la joven y a los
comentarios que se levantarían en la ciudad, es probable que hasta huyeran por
el alma atormentada de Catalina.
Muchos son los testimonios del personal que allí trataba,
una de las chicas encargadas de la biblioteca del museo vio sentada a una
mujer, mirándola fijamente y desapareció al percatarse de su presencia, un
joven apoyo el testimonio con lo que presencio un día: Jamás olvidare aquella
mañana, cuando vi pasar un bulto blanco muy luminoso con forma de mujer, otro
empleado añadió: vi una nube blanca que se puso a mi lado, pero al prestarle
atención se esfumo, de pronto otro joven añade: resulta muy aterrador cuando
sabes que estás solo en la casa y oyes en el piso superior misteriosos pasos,
algo que siempre sucede, igual que las apariciones, cuando alguien nuevo entra
a trabajar en el museo, parece como si deseara estar con el menor número de
gente posible, sobre los pasos que tienen lugar en la parte superior de la
casa, una joven ordenanza conto: los pasos invisibles se escuchan siempre desde
la sección VI hasta el lugar donde se encuentra la vitrina que alberga una
imagen de Cristo.
Más increíble resulta la siguiente historia que cuenta otro testigo:
aquella mañana nadie en la sala de didáctica, de pronto se oyó un ruido y la
puerta se cerro, se podría pensar que fue el viento, pero lo más misterioso es
que estaba cerrada por dentro con llave, sin haber nadie en el interior de la habitación,
tuvimos que entrar por una ventana, la cual forzamos, y abrir la cerradura, aquí
pasan cosas muy raras.
Uno de los testigos afirma que una joven trabajadora del
museo dejo un vaso de cristal en una de las mesas del piso de arriba y, cuando
fue a buscarlo, no solo lo encontró en otro punto de la mesa, sino roto en mil pedazos,
otra historia es la que le ocurrió a un hombre que cargo sobre sus hombros unas
vigas para subirlas al piso de arriba, cuando vio que la puerta donde tenía que
entrar estaba cerrada con un tablón que la reforzaba, decidió dejar la carga en
el suelo, pero antes de hacerlo, misteriosamente, el trozo de madera que
aseguraba el cierre salto por los aires y las dos hojas de la puerta se
abrieron de par en par.
Por si fuera poco, dos personas que trabajan en el museo
juran haber visto a una muchacha que los observaba desde el granero y que luego
desaparecía, estando ellos solos en la casa, ya que se encontraba cerrada al público.
Cuenta la leyenda de Catalina que se tiro al pozo de
rodillas y que antes de rogarse al pozo, llevaba heridas por todo el cuerpo, y
como describen las personas que la ven es como era Catalina, una mujer de pelo
largo y negro, de ojos claros, manos delgadas y con un camisón blanco con
bordados en azul y rosa, se dice que Catalina no quería casarse con su marido
de convivencia, y el mismo día de su boda se quito la vida, en aquel instante
el aire se quedo seco, cortante, lleno de un silencio amargo.
La noche avanzo lentamente y con los primeros rayos de luz
mañanera, la casa comenzaba a recobrar movimientos, en la cocina de la casa los
sirvientes preparaban los útiles cuando una de las mujeres encargadas de la
cocina baja hasta el pozo a recoger agua encontrándose son el cuerpo sin vida
de la joven Catalina, flotando y con la mirada dirigida hacia el cielo, los ojos
abiertos y un fondo negro de dolor interrumpido.
La familia quedo sumida en un hondo dolor por aquel hecho,
tras la negativa de la iglesia a enterraren campo santo a una persona victima
de suicidio, acaban por dar sepultura a la joven en uno de los patios de la
propia casa.
A las pocas semanas el personal de servicio de la casa comenzó
a rumorear que por los pasillos veían sombras y escuchaban ruidos, incluso una
de las mujeres encargadas de preparar las camas y limpiar los dormitorios,
afirmaban haber visto a la difunda Catalina recostada en la que fue su lecho,
en otra ocasión una de las jóvenes del servicio fue al pozo a recoger agua para
preparar los caldos cuando al asomarse a la boca del pozo se encontró con la
sorpresa de que el agua se había teñido de rojo al tiempo que tras ella se le apareció
el espectro de la difunta.
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